Wednesday 24 February 2010

Hada en el subterráneo

Que las hadas existan no tenemos duda, pero que sea hallada una sola en el subterráneo es lo que más nos intriga.
En esta ocasión, el ser fantástico tuvo a bien anclarse a un humano tan sólo para viajar. Como si lo necesitase. ¡Claro que no! Las hadas no necesitan al humano para desplazarse.

Es importante resaltar que:
1. El túnel del subterráneo citado [no conocemos la ubicación geográfica] cruza exactamente el borde de uno de tantos portales intramundos* (humanos-seres fantásticos). Para estas criaturas dicho punto de cruce es realmente un foco de revoloteantes seres (para los que vuelan) y de conglomeración hacinante (para los que caminan o se arrastran). Pero por el momento sólo nos interesan las hadas.
2. Entre las hadas como entre los humanos nunca falta el espíritu inquieto que decide traspasar el umbral de la transparente convivencia entre las dos especies y que decidió no sólo adherirse a un humano para viajar con el, sino también el querer desplazarse de su origen.
* Aun no se comprende del todo la co-existencia y objetivo de los portales intramundos.


Este relato gira en torno a una figura familiar peculiar, perteneciente al grupo de parientes que uno no puede escoger o planear tener. Simplemente: si uno está leyendo esto es por que aquél ya existía y nos referimos precisamente a la monumental e institucional figura de la abuela. Personaje que en adelante denominaremos Abuela. Y a su compañera la llamaremos Hada.


Todo comienza cuando Abuela pretende hacer un viaje que implica usar el tren subterráneo. Llevaba una bolsa de mano (sí, de las que usan las abuelas) y muy buena disposición, iba feliz aunque reservada, igual que siempre cuando viaja sola.


Así como es preciso que el Universo se sincronice para colocar a los dos danzantes de un par de partículas materia-antimateria para que uno se vaya remolineando desde el borde hacia el mismo centro de un agujero negro, así mismo se sincroniza para que dos seres de realidades diferentes quieran abordar el tren que pasará por la intersección (sin estación de correspondencia) de sus mundos.


Abuela pagó su peaje (Hada no lo necesita) y ambas esperaron pacientemente el arribo del tren al andén.

Lo que sigue es crucial.Hada decidió no viajar como las personas normales (obvio) sino que decidió meterse a jugar al bolso de Abuela, que contenía entre otras cosas 125 metros de estambre finísimo, de esos que pueden dejar fascinadas a las hadas, y esta vez no fue la excepción.

Para Abuela los 14 segundos que pasaron desde que vio venir el tren hasta que se detuvo y abrió las puertas pasaron casi instantáneamente, pero para Hada que revoloteaba, hacía piruetas, saltaba la cuerda, hacía telarañas, jugaba a que era una momia, todo con una simple madeja de estambre, le parecía estar suspendida en el tiempo. Realmente se estaba divirtiendo.


Las hadas son muy pequeñas pero su medida de inercia es abrumadora. Y mientras Abuela daba un paso al frente para entrar al vagón sentía como si estuviera remolcando a un triceratops necio y renuente a caminar. Pero con lo que en verdad luchaba Abuela era con un hada jugando a la alberca de fideos. Hada simplemente no estaba consciente de que ya había que abordar y moverla es muy difícil. Ya vimos lo que pensaba Abuela (dicho sea de paso que ese tipo de imágenes mentales son producto de una proyección exacerbada por la presencia de Hada).


El tiempo de puertas abiertas había terminado, Abuela jalaba su yunta jurásica pero no consiguió que su bolso librara la guillotina de las puertas y quedó prensado por la mitad, así como los emparedados que pueden ser partidos cruzándolos con un cuchillo por una de sus diagonales (práctica común en Abuela, por cierto). Abuela tuvo que viajar con medio bolso de fuera y mientras en el emparedado interior había 79 metros de estambre, en el emparedado exterior Hada seguía jugando religiosamente al espagueti volador con los otros 46 metros hasta que se dio cuenta de todo lo que estaba ocurriendo.


El operador del tren reportó en su bitácora que a las 13:35 se había iluminado en el tablero la luz roja de sobrecarga. Y pensó que parecía como si todo el tren estuviera lleno de dinosaurios como los que dibujaba su hijo.


El viaje en el emparedado exterior fue por demás divertido para Hada que usaba los cambios de dirección del tren para jugar al volantín aunque comenzaba a sentir mucho frío con el viento que atravesaba rápidamente las paredes del bolso y remolineaba entre el estambre. Sabía que en cuanto el tren abriera sus puertas ella debería abandonar su nido ambulante. Y así ocurrió.


Abuela al recuperar la otra mitad de su emparedado le dio unos golpecitos para devolverle su forma de bolsa y sobresaltada exclamó:


- ¡Caramba, esta bolsa está
elhada!

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